No
hay trabajo en todo el universo que me pueda gustar más que el mío.
De pequeña solía correr al Monte Iridiscente donde se encontraba el
templo Astral y rezaba a los cuatro vientos, a los siete dioses
y a las veinte mil constelaciones del firmamento para que mi sueño
se cumpliera. Un deseo que todas las niñas de mi planeta querían
cumplir: convertirse en estrella.
Era imposible conseguir más honor que aquel en el que, al cumplir los diez, te eleven a los cielos y te unan a una estrella con tu misma edad. Y allí vivías, envuelta en luz y calidez, cumpliendo los deseos de todas las demás criaturas hasta que poco a poco, te fueras apagando hasta desaparecer.
Yo sabía las penurias y peligros que una niña podía sufrir una vez se le fuera concedido el trabajo más importante de todos; no ser capaz de sobrellevar la soledad, esa era una muy difícil. Pero la que más me asustaba era aquella leyenda donde decían que existía una especie de criatura bípeda, que utilizaba voluminosos trajes blancos y que por cabeza tenía una burbuja. Viajaban por todo el espacio usando una extraña lata con alas, engañaban y robaban a las niñas de las estrellas. O eso contaban las historias.
Siendo sincera, al principio no me creía esos cuentos. Sabía que una vez alcanzara la mayoría de edad, me elevarían a los cielos hasta la estrella que me habían asignado, cuyo nombre era Nova. El que fuera mi anterior nombre se perdió en mi planeta, y el de Nova pasó a formar parte de todo mi ser.
Así pasaron mis primeros eones en reclusión, envuelta en el calor y luminosidad de mi querida estrella y a la vez, envuelta por un mayor manto, frío y oscuro. El espacio desconocido.
Era imposible conseguir más honor que aquel en el que, al cumplir los diez, te eleven a los cielos y te unan a una estrella con tu misma edad. Y allí vivías, envuelta en luz y calidez, cumpliendo los deseos de todas las demás criaturas hasta que poco a poco, te fueras apagando hasta desaparecer.
Yo sabía las penurias y peligros que una niña podía sufrir una vez se le fuera concedido el trabajo más importante de todos; no ser capaz de sobrellevar la soledad, esa era una muy difícil. Pero la que más me asustaba era aquella leyenda donde decían que existía una especie de criatura bípeda, que utilizaba voluminosos trajes blancos y que por cabeza tenía una burbuja. Viajaban por todo el espacio usando una extraña lata con alas, engañaban y robaban a las niñas de las estrellas. O eso contaban las historias.
Siendo sincera, al principio no me creía esos cuentos. Sabía que una vez alcanzara la mayoría de edad, me elevarían a los cielos hasta la estrella que me habían asignado, cuyo nombre era Nova. El que fuera mi anterior nombre se perdió en mi planeta, y el de Nova pasó a formar parte de todo mi ser.
Así pasaron mis primeros eones en reclusión, envuelta en el calor y luminosidad de mi querida estrella y a la vez, envuelta por un mayor manto, frío y oscuro. El espacio desconocido.
Los
deseos de todas las criaturas que me miraban desde la lejanía me
llegaban en tropel, sin cesar, sin descanso. Cuando estás allí
fuera, en un punto inamovible, todo oscuridad y puntitos brillantes,
pierdes la noción del tiempo. Solo cumplía deseos, no hacía nada
más. En los pocos momentos en los que me podía permitir un respiro,
me deleitaba con lo hermosas que eran mis vecinas y el paisaje que
formaban, lleno de colores que nunca había visto desde mi hogar.
Pero no podía evitar sentirme sola hasta el punto de que, a veces,
lloraba desconsolada.
Un buen día —o noche, quién sabe— me llegó un deseo de lo más peculiar. Nosotras solo sabemos del Yoniri (vocablo de mi tierra natal, que significa “soñador”), su sexo. Nada más. Ni un nombre ni edad, de dónde proviene, ni cómo es su vida terrenal. Rezaba:
«Desde pequeño, observaba a todas las estrellas. Con el tiempo y gran esfuerzo, me aprendí todos sus nombres; mis únicas amigas, aquellas que vivían pegadas a un fondo negro, muy lejos de mi. Me iba a dormir y soñaba con ellas, me despertaba y solo podía esperar a que se hiciera de noche para poder volver a contarles mis aventuras del día. Ahora soy mayor y quiero convertirme en astronauta para poder ir a visitarlas, especialmente a Nova, mi favorita. Por favor, cumplid mi deseo.»
Un buen día —o noche, quién sabe— me llegó un deseo de lo más peculiar. Nosotras solo sabemos del Yoniri (vocablo de mi tierra natal, que significa “soñador”), su sexo. Nada más. Ni un nombre ni edad, de dónde proviene, ni cómo es su vida terrenal. Rezaba:
«Desde pequeño, observaba a todas las estrellas. Con el tiempo y gran esfuerzo, me aprendí todos sus nombres; mis únicas amigas, aquellas que vivían pegadas a un fondo negro, muy lejos de mi. Me iba a dormir y soñaba con ellas, me despertaba y solo podía esperar a que se hiciera de noche para poder volver a contarles mis aventuras del día. Ahora soy mayor y quiero convertirme en astronauta para poder ir a visitarlas, especialmente a Nova, mi favorita. Por favor, cumplid mi deseo.»
Este
Yoniri era distinto a los demás, ¿cómo acaso sino sabría mi
nombre?. Casi siempre, me llegaban deseos más mundanos, pidiendo por
recuperar el amor perdido, más dinero en los negocios o buenas notas
en los exámenes. Pero a este chico, por alguna razón, sentía que
le debía su deseo. De alguna manera, creía que yo era su amiga y
que tenía que venir a conocerme. Curioso como fuera, él también
había sido mi único amigo.
Sin
pensármelo dos veces, cumplí su deseo. Una cosa que nos ocurre
cuando cumplimos sueños es que, según la magnitud del mismo, nos
debilita más o menos. Este en concreto, me dejó bastante apagada,
hasta el punto que por primera vez, empecé a pasar frío. Sin
embargo, estaba eufórica. Nada iba a poder impedir al joven que
viniera hasta mi estrella y que por fin, pudiese verme.
Así esperé. Yo miraba a mi alrededor, buscándolo. Ni siquiera sabía de qué especie era pero tenía la certeza de que, cuando mis ojos se posasen en él, dentro de mí sentiría que era mi Yoniri.
Lo vi. Cerca de Nostradamus, una estrella vecina, vi acercarse una lata brillante, negra y blanca, con alas y fuego en la cola. En ese momento, fue la primera vez que sentí miedo, ¡la leyenda era cierta! De verdad existían seres que nos engañaban con falsos deseos y después nos robaban.
La lata se colocó frente a mi, imponente como nuestros dioses, grácil como nuestros vientos y hermosa como nuestras constelaciones. Yo esperaba temblando y mi luz titilaba. Entonces una figura salió de la lata y se acercó flotando a mi.
Así esperé. Yo miraba a mi alrededor, buscándolo. Ni siquiera sabía de qué especie era pero tenía la certeza de que, cuando mis ojos se posasen en él, dentro de mí sentiría que era mi Yoniri.
Lo vi. Cerca de Nostradamus, una estrella vecina, vi acercarse una lata brillante, negra y blanca, con alas y fuego en la cola. En ese momento, fue la primera vez que sentí miedo, ¡la leyenda era cierta! De verdad existían seres que nos engañaban con falsos deseos y después nos robaban.
La lata se colocó frente a mi, imponente como nuestros dioses, grácil como nuestros vientos y hermosa como nuestras constelaciones. Yo esperaba temblando y mi luz titilaba. Entonces una figura salió de la lata y se acercó flotando a mi.
Un
bípedo con un voluminoso traje blanco y una burbuja negra por
cabeza. Quise gritar pidiendo auxilio, pero no emití sonido alguno.
De todas formas, nadie hubiese venido a socorrerme. Pensé en mi
Yoniri, que cuando llegase por fin a mi encuentro, yo ya no estaría
aquí.
El
extraño ser acercó una de sus manos a su burbuja y esta se movió.
Ya no era negra, ahora era transparente. Vi aquellos ojos de niño
que tanto me habían observado, tanto me habían anhelado y tanto me
habían amado. Extendió su mano hacia mi, rozando mi estrella y se
quemó. Pude ver el dolor en sus facciones, tan extrañas y a la vez
tan conocidas, como si yo también lo hubiera estado observando toda
mi vida.
Mentiría si dijera que no sabía lo que hacía y que todo lo ocurrido después fuera fruto de una conspiración para robarme. Mi Yoniri volvió a acercar la mano, pero esta vez sin rozar la estrella. Me estaba ofreciendo una salida. Un escape. Una vida que fuera mía y no de los demás. Sabía que estaba rompiendo todas las reglas de mi pueblo al dejarme robar. Sabía que sería la deshonra de mi familia. Pero también estaba segura de que con mi Yoniri estaría bien. Sería felíz. Me sentiría amada.
Mentiría si dijera que no sabía lo que hacía y que todo lo ocurrido después fuera fruto de una conspiración para robarme. Mi Yoniri volvió a acercar la mano, pero esta vez sin rozar la estrella. Me estaba ofreciendo una salida. Un escape. Una vida que fuera mía y no de los demás. Sabía que estaba rompiendo todas las reglas de mi pueblo al dejarme robar. Sabía que sería la deshonra de mi familia. Pero también estaba segura de que con mi Yoniri estaría bien. Sería felíz. Me sentiría amada.
Extendí
mi mano y la posé sin miedo sobre la suya. Y así me dejé robar.
Me encantó el cuento, sobre todo el final. Vas por buen camino para cumplir tu sueño.
ResponderEliminarYo también escribo, pero no tanto cuentos. Me gustaría tu opinión sobre está poesía que escribí. Una estrella cumpliendo deseos me hizo acordar a algo de la misma.
Metales
Platino, plata, oro.
Mercurio, calcio, cobre.
Titanio, hierro, plomo.
Potasio, bromo, bronce.
Unidos a metales
resistimos los males.
Nos aislamos en silencio
en un mundo violento.
Ningún proyectil
me puede dañar.
El titanio de mi piel
me salvará.
Mas es un partir
de la Humanidad
que ni un cobre,
plata u oro pagarán.
Ahora somos metales
ante muchos pesares.
Nuestro afecto está disperso
por mil capas de hierro.
Nos pesa el salir
pesa el caminar.
Es en parte este plomo
nuestro pesar.
Ni hablar, ni decir
de una enfermedad
que no curará el bromo
medicinal.
Fundirnos a metales
trajo males sociales.
Sentir la piel es intenso
intenso, el recuerdo.
Te voy a decir:
Te voy a besar
y sentir de esos labios
electricidad.
Te quiero sentir
te quiero abrazar
y que nuestro calor
funda el metal.
Todos somos metales
aunque sea por partes.
Este calor es inmenso
¡y funde nuestros cuerpos!
No es fiebre al vivir
es un despertar.
Puede decirlo el mercurio
con seguridad.
Los huesos en sí
muy bien estarán,
pues potasio, también calcio
sobrarán.
Sólo somos metales
protegemos de males.
El frío nos contrae
y el calor nos atrae.
Quiero convivir
con tu voluntad
y en la fuerza de tu hierro
descansar.
No hay bronces en ti,
veo mucho más.
Mucho más que el platino
para mí valdrás.
Por hoy somos metales.
Nos sentimos distantes.
Le imploramos al cielo
libere nuestros cuerpos.
Lo puede sentir, completo mi ser
el Amor de un Sol que Todo puede hacer.
Él va a derretir, Él va a remover
el metal en nuestra sangre y en nuestra piel.
Todos fuimos metales
aunque sea por partes
Este amor es intenso
¡y une nuestros cuerpos!
Te quiero decir:
Te quiero besar
cada día de mi vida
un poco más.
Te quiero sentir.
Te quiero abrazar,
regalarte mi cariño,
poderte amar.
Muy buenas Matías. El arte se presenta de cualquier forma, a mi me gusta hacerlo a modo de cuentos, y a ti usando los poemas. Somos hermanos de profesión :)
EliminarNo tengo problema alguno en decirte lo que opino, allá va:
Me ha gustado bastante el poema. No soy una experta en la materia (no me gustan demasiado y los pocos que sí suelen ser muy tristes), pero este me ha cautivado. Es impresionante cómo has mezclado los metales y los sentimientos, de tal manera que quedan tan bien juntos. Creo que jamás se me hubiera ocurrido algo así (mientras te escribo esto, se me ha ocurrido una idea fantástica para un relato).
En mi opinión, cambiaría algunas cositas (pequeñas, nada realmente importante) pero en general lo veo fantástico.
Muy poderoso, se me han puesto los pelos de punta.
¡Saludos!
Me alegra mucho que te haya cautivado esta poesía y sobre todo que te haya parecido original. Es verdad, somos hermanos de profesión :). A mi me cautivó mucho el final de Nova, realmente (en realidad el cuento en sí, pero el final fue lo que más me impactó). Me alegra también que te haya generado ideas para escribir otro cuento más (acabo de leer "Almas de metal", supongo que "Metales" tuvo algo que ver :P)
ResponderEliminarEn lo personal, los sentimientos fuertes hacen que escriba mejores poemas, y el Amor puesto en Metales es parte de lo que siento por una persona. Todavía no se dio, pero espero que pronto.
Gracias por la pronta respuesta, ojalá podamos compartir más obras.
La inspiración te toca la puerta en cualquier parte y el cualquier momento, por eso siempre tiene que estar uno atento a su llamada.
EliminarAgradezco tu comentario y que te gustara Nova ^^
¡Saludos!