El trío me mira desde la
fina rama del árbol.
Sus cuerpos forman una
figura negra, aterradora e imponente que me obliga a observarlos de
vez en cuando, segura de que no se mueven del lugar. No se puede
confiar en estas criaturas.
Ellos estiran sus alas de
ébano, abriendo y cerrando sus picos de oro.
Sus ojos rojos examinan mi
alma torcida.
Quisiera pensar que me
hablan, contándome los secretos del mundo.
—Juntos, somos
hermosos —graznan.
Pero, ¿qué pueden decir
los cuervos salvo mentiras?
No hay comentarios:
Publicar un comentario